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El trabajo de tus sueños no era esto

Últimamente estoy trabajando demasiado.

Me encanta y soy feliz, pero me estoy pasando.
Lo tengo claro y tengo que (no) hacer algo.
Sin embargo, me cuesta despegarme.
Encontrar gente a la que confiar lo que ya no cabe.
Como me gusta es más difícil,
se van las horas y no me siento (demasiado) mal,
hasta que de repente
no puedo más.

Llegó el fin de semana y dije echaré un rato el sábado.
Me desperté, no tenía fuerzas y pasó el día, raudo.
Por la noche saltó una alarma:
algo había ido mal con la plataforma.
Había que avisar al cliente:
eran ya las 23:40,
escribí medio email,
y simplemente, no pude.

Me dije: esta noche no va a contestar.
Mañana le escribo sin falta
y a volar.

Por la mañana me desperté muy temprano.
Me fui al coworking y despejé lo pendiente.
Escribí un mensaje simpático y cordial
la verdad es que quedó bien, quedó genial.
Ordené mis cosas y moví algunos muebles.
Pinté las paredes y catalogué los libros…

… y de repente oigo que me llaman mis hijos.

—¡Mamá, la leche!
La leche que os dieron.
Son las siete todavía
y tengo que escribir el correo de nuevo.

Tened cuidado con el trabajo de vuestros sueños.
Un día de estos acabáis trabajando… en sueños.

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